Después de un intenso debate entre Grouse Mountain o Whistler, nos decidimos por este último. Como en cada post que llevo, comento que valió completamente la pena!
Partiendo desde el Confort Inn a las 5:45am (una de las paradas del autobús) a unos 2ºC y con unas deliciosas ciabattas preparadas en el hotel para el camino, tomamos rumbo hacia el norte. Los boletos para el autobús pueden comprarse por internet hasta una noche antes y cuestan alrededor de 30 CAD, el sitio web es https://snowbus.com/ .
Whistler es una estación de ski, de las mejores que hay en Norteamérica, que fue una de las sedes principales de los juegos olímpicos de invierno en los que fue anfitrión Vancouver en el 2010. Son dos montañas: Whistler y Blackcomb con pistas de ski de diferentes grados de dificultad. Parte del encanto de Whistler es la villa localizada en las faldas de ambas montañas donde se encuentran hoteles, chalets, numerosas tiendas y actividades «aprés ski» para disfrutar después de una jornada de ski o snowboard.
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Después de dos horas de camino el bus nos dejó a la entrada de la villa de Whistler, seguimos a la multitud que muy segura caminaba hacia lo que creímos era la montaña. Llegamos a la zona de venta de tickets y renta de equipo y nos formamos en la fila. Primer encuentro con esas temperaturas tan bajas, aquí aprendimos a que desde un inicio van dobles calcetas de lana y lo de la chamarra de la «tercera capa» siempre optar por la impermeable, nos estaba lloviendo nieve.
Compramos los tickets «Peak 2 peak» para subir a la cima de Whistler y tomar una góndola hacia la cima de Blackcomb. Y miren nada más el paisaje:
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Es el trayecto más largo y más alto del mundo entre dos montañas, tiene el record Guinness. Disfrutamos todo el tiempo que pudimos ambas montañas y cuando el hambre fue demasiada, bajamos en el teleférico de Blackcomb, con otra vista padrísima, llegamos con los dedos de manos y pies entumidos por el frío. Comimos en Merlin’s Bar and Grill (lugar recomendado) un delicioso «poutine» (también recomendado) un plato canadiense que consiste en papas a la francesa con queso y una salsa deliciosa, excelente para recuperar calorías perdidas en la montaña.
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El resto de la tarde fue fantástica: recorrimos de pies a cabeza toda la villa y los bosques cercanos. «Whistler Village» es un lugar que no le pide nada a cualquier villa pintoresca de Europa, y sobre todo en época de navidad dispone de una decoración y actividades que te hacen sentir en un ambiente acogedor con el toque canadiense de calidez y alegría. Desde una pista de hielo abierta al público y música en vivo hasta un delicioso chocolate caliente y palomitas de maíz son parte de estas actividades «aprés ski» que hacen de Whistler uno de los mejores lugares para visitar.
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El autobús salió rumbo a Vancouver a las 5pm, en el atardecer.
De regreso al hotel no dormimos, caimos en coma. La montaña nos dejó fumigados.
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